Cogí semillas de zanahoria y me puse a sembrar.
Anhelaba aire fresco que espantase a mis demonios.
Respiro lento este inmenso olor a mar. El salitre y las semillas se encuentran en mis dedos. Se gustan. Se funden. Como antaño nosotros.
Un rayo de sol se cuela entre las ganas que tengo de ti y suspiro para ahogar este deseo que sofoca mi alma rota.
Dentro, debería volver dentro.
A la soledad del armario sin tu ropa. Al frío de unas sábanas que lloran la falta del calor de tus pies. A la maldición de café para uno. A la verde esperanza del quizá aquí, aun exista un después.
RELATOS presentados a concurso
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