Jacinto Benavides

Para Jacinto Benavides, lo peor de las reuniones matutinas de los viernes no era estar sentado por tres horas escuchando hablar de números. Lo peor, aunque nunca lo contó, era, no poder soltar los aires.

Don Jacinto Benavides, colombiano de origen y español de adopción, sufría de ventosidades desde los quince años. Bien tarde descubrieron que era por una intolerancia a la lactosa, pero para entonces las vellosidades intestinales estaban tan hechas a crear gases que ni la leche de avena lo salvó.

Nunca le importó, siempre fue un hombre del campo y en un despacho sin paredes y tan ventilado, su peculiaridad jamás fue un problema.

Compró su primer árbol con a penas diecisiete años y en muy poco espacio de tiempo ya era todo un granjero conocedor de la tierra,  animales y venta.


Las manzanas rojas que parían sus árboles llegaron a todos los rincones de la península Ibérica y el sur de Francia y en pocos años, el recolector campesino, gestionaba un buen puñado de hectáreas que lo hicieron rico.

Era el apellido. Todos los Benavides estaban tocados por el éxito en los negocios. Su hermano Francisco fue un reputado narcotraficante que amasó una de las mayores fortunas de Cartagena de Indias. Su sobrino era un exitoso escritor y él un empresario del sector agrario al que le iban muy bien las cosas.

Como los tiempos pasaban y la venta aumentaba, su hijo le recomendó hacerse con unos buenos asesores que llevaran el negocio a los más alto. Consultó con Carmencita, su amada y fiel esposa, y aunque ésta siempre decía a todo que sí , esta vez  advirtió que andase con cuidado, él no era un hombre de despachos y calculadoras, era un hombre de tierra y sol.

Como ya era costumbre Benavides no hizo caso y siguió al olor del dinero haciendo hincapié en la expansión comprando nuevos árboles frutales y llegando cada vez más lejos.

Pero no siempre la ambición uno la pilota como cree deber hacerlo. Ambicionar no siempre es desear mas plata.

Carmencita lo veía,  pero ella era prudente y no decía si no le preguntaban. Era de origen extremeño, de pelos morenos,  hueso grande y veia a los muertos.

En el pueblo ya de niña la dieron por loca, pero bien que preguntaban a su mamá vecinos cercanos y hasta de otros pueblos si le dejaban hablar con ella .

Su madre la protegió como oro en paño y jamás permitió que nadie usase el don de su niña.

La mamá bien sabía que no estaba chalada. Había salido a su tía Herminia que también adivinaba el porvenir.

Por eso,  cuando el joven agricultor Benavides la pretendió , doña Paca no puso impedimento alguno en que se casaran, pues Benavides desde el minuto uno respetó el don de la niña y se sentia muy cómodo con él, y lejos de sorprenderse cuando la escuchaba hablar con los muertos,  le pedia que le contara lo que estos le explicaban .

Pero el viejo no siempre escuchaba cuando preguntaba a su esposa y mucho menos hacía  caso a los consejos que esta y sus difuntos solían darle.

A medida que los meses pasaban y los euros aumentaban , los viernes de reunión eran más y más pesados. Para el cansado Jacinto empezaba a ser un auténtico  suplicio  aguantar las reuniones de la comitiva formada por los asociados que lo hicieron rico.

Y fue uno de esos viernes en pleno apretón de gases inoportunos que dio un puñetazo en la mesa y dijo, os lo vendo todo.  Me regreso a casa y ya solo quiero mi árbol primero, el de las manzanas Rojas que es tan viejo como yo.

Sus hijos enloquecieron  al saber lo que hizo el viejo.

Vendió el negocio y se quedó solo con un árbol! No daban crédito ni cancha al anciano al que tacharon de loco irresponsable.

Al caer la noche del viernes miró con ternura y cansancio  a Carmencita y le dijo,

-¿Qué dicen tus muertos?  ¿ Creen también que estoy loco?

-Ellos dicen que por fin hiciste lo correcto-respondió.

-¿Y tú qué  dices amada mía ?

-Que te quiero viejo loco. Y me alegro de tu vuelta.

Y se fundieron en un beso de amor que duró toda la noche..













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