Inventario de recuerdos

He guardado en un cajón los recuerdos que me duelen. He tenido que poner un candado porque tratan de escapar y se meten en mi cama.

Entre ellos no estás tú.

A ti te tengo a buen recaudo en un parcela alquilada dentro de mi corazón.

Hoy siento que toca inventario. Cada cierto tiempo, supongo que con el afán de hacer limpieza, los recuerdos salen, los recuento y los vuelvo a esconder. Algunos se resisten y son como trapos amontonados en una maleta que no quiere cerrar. 

Tienen la mala costumbre de no venir solos. Nadie la ha invitado, pero como una sutil brisa , abusa de mi confianza y la locura también se cuela entre mis grietas y se suma a la fiesta. La controlo. La conozco. Somos viejas amigas de fatigas y noches de pasión. Pero escuece igual. Es una fina hija de puta que se apodera de mí y tiñe de negro mis ojos y mi alma. Por suerte dura poco. A lo sumo toda la noche. Aunque aun recuerdo el verano en el que se instaló dos meses en mi vida y en mis miedos. Me consumí. Como una pasa. 

Estos días de inventario me recluyo, no me asalte la pena o el enfado y haga una tontería. Como llamarte. O escribirte otra absurda carta de amor sin sello que nunca mando y jamás leerás.

La sutil delgada línea (rosa) que separa la introversión del aislamiento es similar a la que separa la mujer que soy y la mujer que enseño.

La que enseño es profesora, soltera y sin amores en el frente. La que soy está chalada, piensa en ti en todo momento y le duele el corazón.

Y es que a mi no se me olvida el perfume de aquel beso, el silencio de tus sueños y lo dulce de tu miel.

Un verano contigo. El invierno sin ti.

Me calientas, me amas, y me dejas y resfrío.

Tú tenías donde volver. Y yo, me quedé llena de recuerdos.

No me digas que fue un sueño. 

Que me asalta la locura.

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