Dice mi amigo que escriba cosas de miedo. Que el amor no vende. Que ya no gusta.
Yo le digo que no sé. Que el miedo me da miedo y no sé escribir sino es de amor.
Me aconseja ver películas de terror para tener inspiración.
Me pongo "Anabelle", me acojono. Ahora no solo sigo sin escribir sobre el tema sino que veo muñecas diabólicas por todas partes.
Tengo pis. Me aguanto. Yo no paso por el pasillo no me salga un asesino.
Venga otra. "Expediente Worren" me dice mi hermana. Cinco minutos. He aguantado cinco minutos.
Soy una asustona, y es que las películas de este género no se hicieron para las románticas como yo.
Vuelo un rato a través de la imaginación y trato de olvidar la muñeca. Algo tienen estas pelis que aunque no te gusten se te agarran por dentro. Como el buen amor.
Y es que el miedo, como el amor, deduzco que son sentimientos puramente instintivos que no se someten a nada, aparecen y punto, te invaden y se acabó. Pierdes la razón, te nublan la cordura y actúas siendo un tú que nada tiene que ver con la realidad.
Mi mayor miedo es el propio miedo. El miedo al miedo que te desvela por la noche, que te come por dentro y desborda hasta lo insalubre.
Hasta que un rayo de puro amor entra de nuevo en tu ser y te reequilibra y devuelve la cordura.